miércoles, 9 de junio de 2010

ESPÍA DEL SUEÑO Y LA RAZÓN

ESPÍA DEL SUEÑO Y LA RAZÓN
Revisitar a Kapuscinski

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Periodismo y literatura son, en principio, dos discursos paralelos”.
Mario Muñoz.Al entrar a su habitación, el mayor periodista del siglo XX, Ryszard Kapuscinski, el “Espía de Dios”, lo encuentra todo en un estado de gran desorden, “como si la policía acabase de terminar un registro rápido y violento. Por todas partes hay periódicos desparramados, montones de periódicos locales y extranjeros, y suplementos extraordinarios, con grandes titulares que gritan a la vista
SE MARCHÓ
y grandes fotografías de una cara delgada y larga en la que se ve un concentrado esfuerzo por no mostrar ni los nervios ni la derrota; una cara con los rasgos ordenados que, prácticamente, ya nada expresan...”.
Son estos los primeros diez renglones, la entrada de su gran reportaje El Sha o la desmesura del poder, ejemplo, rebosante de exquisiteces y sabiduría, de una triple lectura. A partir de indagar la historia del poder, el maestro Kapuscinski (1932-2007) hace que un retrato de Mohammed Reza Pahlevi, el Sha, último monarca de Irán, recupere literalmente su movimiento y nos ofrezca su lectura dentro de otra lectura, además de la lectura que nosotros hacemos de ella.
La fotocrónica del evento ofrece un lenguaje sesgado de la realidad; Kapuscinski lee esas imágenes y nos ofrece una nueva lectura, nutrida ésta por su magnánima experiencia periodística (45 años cubriendo guerras); posteriormente el lector lee de “lo leído” de las imágenes y concluye con una versión enriquecida de la realidad.
En sociedades petulantes y nefastas como la nuestras, donde la sabiduría y la experiencia no son rentables, ¿aprenderemos alguna vez a leer, a leer imágenes o a “leer” de las lecturas?
Buscando un análisis en profundidad, tras las capas inorgánicas del lenguaje, esa lama sintética del sentido que no deja observar con claridad la “matrix” -- la encargada del producto --, encuentro que Kapuscinski pone el dedo de luz en la llaga del ojo, iluminando todo aquello que se escribe bajo la comodidad de la deslealtad y así poder esgrimir que sólo la realidad es el terreno fértil de los hechos.
Después de saborear la conciencia de este libro, espíandole tanto el sueño como el razonamiento, puedo ahora sí sentenciar -- avalando mi “contrato venial” con las huestes del periodismo -- que la Prensa es el pariente responsable de la literatura.

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