miércoles, 9 de junio de 2010

EL ENVIADO DE DIOS

EL ENVIADO DE DIOS
Ryszard Kapuscinsky, en nombre del Periodismo

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Justo entre Kafka y García Márquez”.
Lawrence Wescher.Seguro, tras el deceso de Ryszard Kapuscinsky, tendremos noticias confiables del Más Allá. Ahora conoceremos si en verdad se encuentra un ángel degollado en el lado prohibido de la luna, si Caronte, tras el arribo del “libre mercado” y los viajes interestelares, sigue siendo justo en sus cuotas de traslado, si en realidad el Edén de Alá colinda “esquina con Paraíso”.
Sobre todo, aquí mismo, sabremos si el periodismo metido a Literatura (con Mayúscula), como lo fue en su eminente faena terrestre, continúa ocupando el mismo rango, el magistral oficio de los cinco sentidos: estar, ver, oír, compartir y pensar.
Este martes trágico (enero 23 de 2007), al abandonar su cuerpo para elevarse sobre los vivos, Kapuscinsky nos ha legado su periodismo como conocimiento y la circulación de sus libros como divulgación de la historia. "En el mundo de Heródoto -- comenta el autor de Los cínicos no sirven para este oficio --, el individuo es prácticamente el único depositario de la memoria. De manera que para llegar a aquello que ha sido recordado hay que ir hacia él; y si vive lejos de nuestra morada, tenemos que ir a buscarlo, emprender el viaje, y cuando ya lo encontremos, sentarnos junto a él y escuchar lo que nos quiera decir. Escuchar, recordar y tal vez apuntar. Así es como, a partir de una situación como ésta, nace el reportaje".
Modelo de hombre y Maestro del reportaje, Ryszard Kapuscinsky, el “enviado de Dios”, como lo solía llamar “el espía que surgió del frío”, John Le Carré, hizo de la paciencia de ver, del refinamiento de escuchar y de la habilidad de contar una Escuela atípica. Reuniendo lo excelso del periodismo con el refinamiento detallista de la Literatura, Kapuscinsky logró la maestría y la depuración narrativa que lo ubicaron como un “grande” entre los “grandes”. Sí, Kapuscinsky ha elevado el reportaje a la categoría de obra de arte.
Ryszard Kapuscinsky representa, tanto para el periodismo como para la Literatura, la nítida imagen del compromiso. Antes de adjudicarse la regalía y la retribución y la salvedad de ser un “Periodista Ejecutivo”, prefirió contar la pobreza, el hambre, la ternura y la desesperación en la guerra del hombre. Investigador de la verdad, no aceptó los condicionamientos del poder. Los Hoteles de “cinco estrellas”, “El Desayuno”, los vuelos privados y las “guías” del ministerio no eran para él. Sabía que la estación de estos placeres no eran buenos consejeros para la ética.
Los que aceptaros acompañantes, escoltas y blindajes, sobres de remuneración y ascensos “justificados” (supuestamente), de “esos” que escribieron bajo la comodidad de la deslealtad y el despilfarro, que recibieron el vulgar boleto de la salvedad, de ellos nada tengo que contar, pues no recuerdo lo que ellos contaron, si es que algo contaron...
“Mis mejores reportajes -- recuerdo la voz de Kapuscinsky -- los he escrito cuado no los he tenido por encargo de mi jefe, cuando mi oficina central no sabía dónde andaba”. Siempre felizmente preocupado por la Cultura, sabía que no podía rechazar a esa amante universal, porque ella le ayudaría a penetrar la mentalidad de todas las razas humanas. Solía decir: “una gota de agua concentra la esencia de todo un océano”.
Treinta años cubriendo la deshumanizada torpeza de las guerras, develando los intereses ocultos, casi siempre territoriales o económicos, que se encuentran en estas carnicerías modernas, ya sea de Medio Oriente, de Latinoamérica o del otrora Mundo del Este, Kapuscinsky se convertiría en el testigo privilegiado de los cambios políticos de los países del Primer y Tercer Mundo, y de gran parte de la “descolonización” africana, así como de la sofocación del gobierno democrático del Dr. Allende, el enfrentamiento de El Salvador y Honduras (La Guerra del Fútbol), y la revolución que destronaría a Mohammed Reza Pahlevi, el último monarca de Irán (El Sha, o la desmesura del poder).
En idas y venidas a “dictaduras” y a “democracias”, Kapuscinsky observó el cruento desarrollo de 27 revoluciones, vivió entre cadáveres y almas desesperadas en 12 frentes de guerra y, no sin conmoción existencial, sobrevivió a cuatro condenas a ser fusilado, obteniendo el conocimiento “directo, físico, emotivo” y el derecho de explicar: “No existe peor mezcla que la del arma, la estupidez y el miedo. De ella no se puede esperar sino lo peor”.
Ryszard Kapuscinsky nació el 4 de marzo de 1932, en Pinsk, Polonia. Licenciado en Historia por la Universidad de Varsovia y amante de la lectura del griego Heródoto (Padre de la Historia en el mundo moderno), John Berger y de Ernest Hemingway, de quien aprendió inglés en la India, leyendo bajo las interminables lluvias del monzón Por quién doblan las campanas; a los 17 años estaba ya ejerciendo el periodismo en las revistas “Hoy y mañana” y “Estandarte de la Juventud”; posteriormente, a lo largo de 30 años, entre1958 y1981, trabajó como Corresponsal Extranjero para la Agencia de Noticias Polaca (PAP), así como en la revista Kultura; gracias a su profesionalismo, siempre cálido y siempre ilustrado, y a su inabarcable calidad humana, será considerado con la justicia de ser “el Periodista más Grande del Siglo XX”.
Distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, pilar de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano --junto a Gabriel García Márquez--, deja el reflejo neurálgico de la condición humana en las siguientes obras maestras: El Emperador (1978); El Sha, o la desmesura del poder (1987); Lapidarium: I, II, III, IV y V ( Collage o poética del fragmento, de 1990 a 2002); La Guerra del Fútbol y otros personajes (1992); El Imperio (1993); Ébano (1998); Los cínicos no sirven para este oficio / Sobre el buen periodismo (2000); Un día más de vida (2000); Desde África (2001); El mundo de hoy (2004);Los cinco sentidos del periodista (2006); Viajes con Heródoto (2006).

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