lunes, 10 de mayo de 2010

ROMPER UNA CANCIÓN

ROMPER UNA CANCIÓN
Vinagre y rosas: 19 días estaba bien y 500 noches no…

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Contigo he comprendido que la humedad es algo que se seca y se olvida”.
Sabina & Prado.
“No necesito un mal amor para escribir un buen libro de poesía”, solía repetirle.
Lo cosa no iba y no iba. 19 días estaba bien y 500 noches no. Vinagre y rosas.
Sí, lo sé… Soy lo que queda de un mal autor, ya que la obra de un “artista” debe ser su propia vida y no estos “papelitos” de cuarentón.
A la gloria se va solo, solo a la muerte. Y, más claro que la luna, “sé -- como Yannis Ritsos -- que nadie camina solo hacia el amor”.
Alguien toc-toc toca, lleva mucho tiempo haciéndolo.
Entonces, abro la puerta del libro y aparece el escriba de chaleco y lentejuela, Joaquín Sabina: “Mira, Rael, te voy a proponer algo. Yo vivo en una felicidad doméstica de la que es imposible sacar un verso; pero tú estás hecho polvo, y eso es una mina. Te propongo aprovecharme de tus desgracias y que nos vayamos por ahí a escribir canciones contra tu ex novia. Donde tú quieras: La Habana, Nueva York, Praga… ¿Qué me dices?”
Meditabajo y cabizbundo, desgraciado en monosílabos, digo “Sí”. Vayamos a escribir pues buenos poemas -- que nos es lo mismo que poemas buenos -- resguardados por la “Virgen de la Amargura”, cuando hubiera preferido estar amparado bajo el cielo azul de unas nalgas “livais”.
Reparo: Joaquín, como si hablara conmigo, no me lo dice a mí, sino al gran poeta español Benjamín Prado, que en una situación gemela -- bailando entre los vidrios de las ruinas y el ultrainfierno creativo del desamor --, consolidó la maravilla estilística “Romper una Canción / así se escribió el disco ‘Vinagre y Rosas’ de Joaquín Sabina” (Aguilar, 2010), un inventario de quehaceres literarios, entre tragos y versos perversos, faenas de vesánicas féminas, más testamento de “lanzadores de cuchillos” que anuario de canciones.
Más heridos de vida que de muerte, los protagonistas continúan siendo los mismos golfos de Dios, lo que no impide que el Benja sentencie en su epitafio: “No tener nada que decir nunca lo obligó a callarse”, y el del autor de “Y nos dieron las diez” acentúe su consigna: “Nunca dio la cara”, cuando emborrona, trago en mano, cuesta abajo, en atajo al Bar de la esquina: “A, E, I, O, U, a mi boda fueron todas menos tú”.
Yo vine de esta lectura, “vine (de) Praga a romper esta canción” y escribí más con los tragos… Ahora, “muñequita de salón y tanguita de serpiente”, haz un libro para mí, para que entiendas lo que hago… Y no procures tu salvación, “no me pidas que muera por ti”, que estrangule nuestro pasado con las manos del olvido... ¡que aun canto y bailo con todo lo bebido, esperando a… (e, i, o, u) y la copa del estribo!

* Esta reseña se realizó gracias al aporte editorial de “Librería Ramírez”, donde Ud. puede encontrar el libró aquí presentado.

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