lunes, 24 de mayo de 2010

ÁNGEL GABRIEL

ÁNGEL GABRIEL
La palabra, el grado ilusorio de la realidad

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“La violencia es como la poesía... No se corrige. No puedes cambiar el viaje de una navaja”.
Roberto Bolaño. La función esencial del arte es sanar.
El arte que no cura es entretenimiento, excitación simulada, manoseo esquivo, masturbación disfuncional...
Para no ir más lejos, en el llano lenguaje clínico de la sabiduría: el arte es arte, o es mierda.
Para aliviarnos de nosotros mismos, es a veces necesaria una sobredosis automedicada, un dulce pellizco de luz sacrílega y letal que nos exhume el espíritu de las membranas infernales de la carne.
Ingresar al paraíso terrenal, a través de la química musical de la mente, es descubrirnos en un estado de mística compartida, de solidaridad gozosa: mutables y extáticos, muy lejos del nudo neurótico de una sexualidad estreñida, enfermiza, social y drogada.
Sí, amo las drogas y el alcohol, pero detesto a los drogadictos y a los borrachos.
Cuando el poeta, acosado por las llamas de la vida, llega al borde del abismo, salta a la muerte depositando en tu alma palabras que jamás olvidarás, el grado ilusorio de la realidad.
La noticia dará un latigazo de fuego a tu puerta. El guionista escribe con sangre sobre la pantalla de la existencia y la pesadilla dejará sólo cenizas de horror en la madrugada de la locura. Besos inconclusos, libros, enfermedades, signos para volver al pantano de la miseria humana.
El odio es una flor de crueldad en nuestras copas vacías. Cuando el último capítulo abanique ante mis pestañas sus tres páginas finales, el teatro de lo inimaginable acurrucará tu mirada muerta en el calor del olvido. Pagarás tu pasaje de víctima: una paloma envuelta en las alas de la rendición, evaporando su espina dorsal en la lechita verde de los electroshock...
Aun pienso como lagarto, con la misma hipófisis original con la que el Ángel Gabriel decoró, consciencia adentro, el estilo musulmán de estas profundidades…
Es la pantomima de la alegría química, la sobrediósecis introduciendo suavemente sus jeringas mentales, dejando en la piel del alma el zumbido epiléptico de una sonrisa inoportuna, como un corazón afeitado flotando en un transparente formol de plata o el testamento en sánscrito de una grave mosca de neón con atrofia de vuelo gramatical.
Los poetas se lanzan de cabeza ahí donde los ángeles temen asomar sus alas…

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