domingo, 23 de mayo de 2010

MARIO BENEDETTI

MAESTRO
No por cotidiano fuiste menos metafórico

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“¿Qué será de nosotros, sin su bondad inexplicable?”.
Eduardo Galeano.
I
OLIVO Y ROSAS
Maestro Benedetti, bien lo sabes, hiciste lo que Fellini hizo con el cine, obsequiarnos con ese Ángelus que escribieron los hombres de este mundo con pasos de luz y tropiezos de sombra. Sí, desde la oficina hasta las campiñas y los jardines, desde los ahorcados escritorios de la duda y los atisbos en las ventanas de la certeza, hasta derramar el océano de olivo y rosas que son la coloquial tersura de tus versos... Porque, déjame decirte, no por cotidiano fuiste menos metafórico.
Maestro Benedetti, italiano tenías que ser, de padre y madre, pero latinoamericano hasta el Uruguay. Quién nos iba a decir que serías después de todos, que te amamos tanto y que cargamos tus libros desde la cárcel hasta el romance, que tus poemas les sembrarían flores a los trajes grises y los lunes, leyendo lo que escribías, no tendríamos tiempo para ponernos tristes… sino hasta la Primavera que nos acechaba con su esquina rota, la sangrienta dictadura que se dio justo en El cumpleaños de Juan Ángel, cuando los Tupamaros realizaron su más hermosa fuga huyendo por las cloacas y la policía escribía tu nombre en la lista de los más peligrosos “Instigadores Ideológicos”, por la mucha coincidencia de tu retrato humano y el escape revolucionario de tus amigos queridos.
Tus camaradas, conociendo la situación -- eras el séptimo en la lista de ejecución -- te recomiendan que vayas armado, pero alegas que no eres Juan Ángel y que nunca has utilizada un arma, ni siquiera para defenderte de maridos ultrajados y te niegas.
De modo que no hubo más remedio que utilizar la artillería dialéctica más pesada (porque todos ellos, como ahora nosotros, querían a este hombrecito leal y honesto, que escribió No te salves) y resguardarte del sacrificio inminente.
Pero en el teatro de tu mente ya escenificas Pedro y el Capitán, que termina por reventarle el hígado a la Junta Militar y de sacarte de tu paisito amado.
II
NO TE SALVES
Maestro Benedetti, No te salves, deja que la Muerte bese la nieve de tu frente, el fino frío de tus labios rojos y, con la tibieza de las manos de tu madre, acaricie tu rostro total… Bien sabes que la Muerte no es otra sino Nacha Guevara, y que El lado oscuro del corazón guardará memoria de tu cinematográfico mundo poético.
Maestro Benedetti, No te salves, hay que quemar las naves, después de Argentina y Cuba, Exiliolandia (México) puede ser tu lugar de reposo, de Táctica y Estrategia, como lo fue para muchos latinoamericanos en esos años de Dictaduras en el Cono Sur, pero los días en Cuernavaca son grises y desalentadores -- tus amigos están muriendo de muerte inmerecida y tus libros están silenciados de prohibición justa -- que mejor decides partir, en 1980, para Palma de Mayorca, España, y luego en tren a Francia (es incómodo hacer el amor en tren, pero mucho más incómodo es no hacerlo).
Maestro Benedetti, No te salves, los abrecaminos de la libertad -- Víctor Jara y Violeta Parra y Francisco Urondo y Juan Gelman y Eduardo Galeano y Julio Cortázar y Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa y Mercedes Sosa y muchos otros -- ya andan por ahí; recuerda que los verdugos de esta larga Noche de San Bartolomé son militares, católicos y devotos (pero cuando mueren no van al cielo porque ahí no aceptan asesinos), y sus víctimas son mártires, y hasta podrían ser ángeles o santos (pero cuando mueren tampoco van al cielo porque no creen que el cielo exista).
Maestro Benedetti, No te salves, cuando uno está muerto todos los días son domingo…
Sí, Maestro Benedetti, quién entre nosotros sino tú, la madurez del Exilio al Desexilio, del cielo a la tierra, llegando con su relámpago de sabiduría cuando uno ya no tiene donde caerse sabio.
III
GRACIAS POR EL FUEGO
Maestro Benedetti, Gracias por el fuego, porque con él pude encender ángeles congelados en la alcoba del diablo, porque la hierba ardiente prenderá la hierba húmeda. Maestro Benedetti, Gracias por el ¡fuego¡, porque a esa orden caerán los traidores a la Patria, porque allí echaremos nuestras culpas para que renazca la quietud, porque no hay otro lugar para que brille la alegría solidaria y porque no existe pista más propia para que dance el aire de la libertad. Maestro Benedetti, Gracias por el fuego, porque encenderá el cosmos de las pestañas de la muchachita que te lee con amor, porque él será la espada flamígera del arcángel que corte las cadenas que aprisionan al hombre, porque con él revelaremos la magia de la poesía hecha palabra, porque ese fuego es la incendiaria matriz de tu biografía...
Maestro Benedetti, Gracias por el fuego, por la vida, por la poesía, porque muchas veces las verdades no son los frutos del árbol sino sus raíces…
Los muchos poetas, a su modo, diciendo la verdad.

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