martes, 4 de mayo de 2010

LEER ÁCIDO, A MI MANERA

LEER ÁCIDO, A MI MANERA
La lucidez ante lo irretornable de la locura

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Lo inexplicable es mi único sustento”.
E. M. Cioran.Escribo como otro mearía sangre: con dolor y herida satisfacción. Mi problema es la lectura, la degradación eterna del conocimiento, la maldición mundial de los libros. En sánscrito, tibetano, arameo, griego, latín o castellano, el intervalo lúcido de los signos fluye como una enfermedad culpable ante la apasionada mortificación de mis ojos. Si pudiera evitar las dos horas que ocupo en dormitar mis destempladas pesadillas, seguro estaría leyendo con desquiciada avidez.
Ebrio y autocomplaciente, a veces he intentado leer sin descansar la mucosa eléctrica del cerebro, a una velocidad desenfrenada, por más de noventa seis horas continuas... A pesar de tener como telón de fondo la sagrada música de Bruckner, Telemann o Bach, confieso que los resultados no son halagadores. A la hora noventa y siete ya me encuentro en un penoso estado de lamentable esquizofrenia: no alcanzo a distinguir la realidad de la irrealidad, penetrando en una disociación psíquica que me conduce a una demencia paranormal: telepatía con grandes personajes muertos: Buda, Milarepa, Sócrates, Jesús, Arquímedes, Mahoma, Hipatia, San Agustín, seguida de levitaciones cósmicas y premoniciones indeseables...
Intento sublevar los desánimos psiquiátricos a la categoría del encanto literario, entonces escribo procurándome lo repulsivo, lo mezquino, lo insolente, la comicidad intolerante de un canalla. Pierdo las milimétricas gradaciones de la sensibilidad, abandonándome primero el aullido de la audición divina y después el necesario sostén de lo que piso. Moviendo la mirada lentamente, como un idiota comiendo plastilina, emborrono el vacío en caracteres abigarrados de lenguas desconocidas. Inmediatamente después viene la saliva ácida a la boca y se presenta la parálisis espiritual…
Quedo anestesiado, tendido en la irreverencia de un suelo inexistente, observando en la obnubilación de mi estado flotante la multiplicidad infinita de las miserias humanas... Es el fracaso de la muerte, el caos neurótico del delirio basado en la impotencia y la introspección, la más fina realidad donde es inútil continuar si no se pretende abordar el navío irretornable de la locura.

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