viernes, 21 de mayo de 2010

EDUCANDO A MI LECTOR II

EDUCANDO A MI LECTOR II
Cartografía de la experiencia periodística

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“La tremenda distancia que hay entre la realidad y lo que nos cuentan”.
P. Serrano. Si es usted de las personas que entienden todo lo que leen, olvídese de la columna y de vuelta a la página.
Al considerar que no le aporta algo, hace bien: deja de perder el tiempo.
Desde luego que en este diario existen otros colaboradores y colaboracionistas (que no son, ni dan lo mismo, ya que en estos últimos prevalece la cobardía intelectual), firmas donde puede ser consolado, informado, desdudado, acariciada, mareado, atropellado o insultado (no por la altisonancia del lenguaje, sino por las pendejadas que ahí se vierten).
Si ya llegó hasta aquí, no suelte, aplíquese ahora a entender la función del periodismo, la medida subjetiva de sus géneros -- noticia, reportaje, editorial, artículo de opinión, reseña, etc. -- y, más allá de todos ellos, el preponderante papel que juega el uso o manipulación de la “palabra” en su conformación o su confinación.
Fábrica de laberintos, sí. Pero también -- cuando encuentra a su lector crítico -- empresa reveladora de las claves del mundo.
En 1917, del pasado siglo, el inigualable Chesterton no lo pudo decir de mejor manera: “Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se diga”.
Bueno, el viejo exageró un poco, era su estilo, pero la enunciación no escapa a nuestro presente y eso es lo que importa.
Si las dictaduras ocultan, incineran o desaparecen el cadáver de la información, en las democracias -- nuestras endebles construcciones político-burguesas -- lo multiplican y lo exhiben, creando la sobreimformación (que por efecto de saturación, desinforma).
Pretendiendo ser reflejo de la realidad, los periódicos se establecen como portavoces de la ciudadanía, muchas veces procurando “orientar” en lugar de informar.
Pasivo, el lector no es protagonista, sino sólo carne de manipulación informativa, depósito de chatarra fina (a veces el lenguaje tiene ese desafortunado brillo).
Se ocupa de la intuición (que trabaja con datos ya procesados) y de algunos sanos grados de desconfianza, para que la zorra de la verdad asome la cabeza y empiece a surgir la realidad.
Es decir, hay que contextualizar, ir a los antecedentes (lo que nos permite comprender la causa) y, sobre todo, realizar comparaciones para poder valorar los sucesos en su justa proporción.
Esto me trae a colación lo que revela el diálogo que tiene Alicia con Humpty Dumpty, en “Alicia en el país de la maravillas”:
-- Cuando digo una palabra -- dijo Humpty Dumpty --, ésta quiere decir lo que quiero que diga, ni más ni menos.
-- La pregunta es -- insistió Alicia -- si se puede hacer que las palabras puedan decir tantas cosas diferentes.
-- La pregunta -- dijo Humpty Dumpty --, es saber quién es el que manda… eso es todo.
El Poder, sí. Lo que se dice o se calla, está sujeto al criterio o interés del que manda.
De nosotros dependerá leer lo que no se escribe, oír lo que no se dice, ver lo que no se muestra…
Rehacer, en pocas palabras, el periódico a través de una obstinada lectura crítica.

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