viernes, 14 de mayo de 2010

PROFR. JESÚS SALVADOR VARGAS COTA

PROFR. JESÚS SALVADOR VARGAS COTA
El bautizo profesional de un nombre

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”
John Ruskin.Recuerdo la primera vez que pude leer su nombre.
Digo pude, porque a los cuatro años me quedaba prendido, admirado con su imagen, una fotografía ovalada en blanco y negro, donde la juventud le regalaba el privilegio de un bigotito recortado, al mejor estilo de la época, entre la elegancia estirada de las letras que ahí se dibujaban.
Era la luminosidad de su Título, que permanecía en la pared de la casa y que se encontraba escrito con una tipografía empuñada y precisa, donde se podía leer con distinción el bautizo profesional de su nombre: “Profesor Jesús Salvador Vargas Cota”.
Nombre, servicialmente precedido por la responsabilidad cívica, moral y científica, que hace a un hombre sembrador de conocimiento y, a la vez, poseedor de la más dulce entrega universal: la de ejercer, dentro y fuera de la escuela, en sus sótanos o en sus cumbres, en la ciudad o en el la sierra, bajo el árbol o la enramada, sin luz eléctrica -- pero gracias a muchos como usted, jamás en sombras --, en plena tierra o sobre la elegancia de otros pisos, como… ¡Profesor!
Inserción laboral que, nada más ni nada menos, tiene como madrinas universales a la sabiduría, la humildad y la entrega.
Salido de la Normal de la Paz, arribó a Ensenada para ejercer el dote de su satisfacción adquirida, ésto en la Escuela Primaria II Ayuntamiento…
Eran los años sesentas, revoltosos e inigualables, pletóricos ya de libertades y garantías civiles, donde las carreteras se encontraban franqueadas de olivos y el mar imitaba a Bach -- cuando no a los Beatles --, tiempo poético y tecnológico donde el hombre pisó la luna cuando nosotros pisábamos nuestra nueva casa en el Fraccionamiento California.
Cómo lo quiero, Padre. Lo veo y, entre más descanso mi juventud, siempre extemporánea, me dejo ir a la placidez de la vejez -- sí, como alguna vez me preguntó: “¿Cómo te encuentras?”, y yo le respondí: “Más viejo, más sabio, más sano” -- y me convierto en su consumado y magistral retrato.
La alquimia de aprender a… respetar -- ¡primeramente, antes que todo, sino nada tiene sentido! -- y, muy despuecito, a leer, ¡qué maravilla!
Y ¿qué hacer con semejante regalo?
Sí, escribir y vivir: ¡Escrivivir! Algo que -- tardíamente, por mi necedad -- aprendí de Usted. ¡Que continúo aprendiendo!
Gracias, Maestro.

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