lunes, 3 de mayo de 2010

LEER: ABIERTO LAS 24 HRS.

LEER: ABIERTO LAS 24 HORAS
Nada es tan bello como lo que no sirve

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Somos tan fútiles, que sólo las distracciones pueden impedirnos de verdad morir”.
Louis-Ferdinand Céline.
Amé a Henry Miller, sobre todo el Miller de “El Coloso de Marussi”. Ahí inicié mis amoríos con Grecia y mi amistad eterna con Nikos Kazantzakis y Yannis Ritsos. Hoy veo en José Saramago lo que un día observé en Henry Miller: la auténtica vocación del hombre sobre la tierra; eso sí, dejando de lado las descripciones ginecológicas, excluyendo aquella de la mesa, en el “Manual de pintura y caligrafía”, que retoma Murakami de manera magistral en “Kafka en la orilla”, una novela que no puedo dejar de recomendarte.
Sí, flotar en una transparencia mística y erótica, como si en ese momento de la lectura se viviera dentro de una pecera de neón rosa... Me hace feliz ver la felicidad de la gente que lee: ¡Me admiro, como Henry Miller, en la oscuridad del cine, al mirar en la pantalla que los protagonistas se besan y al fondo de ellos luce la maravilla de un librero, o si en la penumbra del intermedio alguien amplía su aura a través del acto de la lectura, que es como un acto de amor!
Nadie advierte la feliz radiación del otro porque hasta en el Cine la gente está muy ocupada haciendo algo por atraer un dólar a su garganta. Bueno, estábamos en lo de los libros... Antonio Lobo Antunes, Eduardo Galeano y Alberto Manguel, Saramago y Manuel Vicent, por cuestiones de estilo. Ahora leo el diario de Salvador Pániker: Variaciones 95 (como a Cioran, me encantan los diarios: ahí descubro, más que en otro género, la anulación del espacio y del tiempo de la que hablé en otra entrega). Leo, por lo general, sin que esto sea petulancia -- es sólo la ecuación del vicio más el vicio-- 20 ó 25 libros al mismo tiempo, según mi estado de ánimo o lo que necesite trabajar: poesía para las narraciones, narrativa para los poemas, etc.
Mira, no sé si invitarte a Céline para que veas la descarnada película de la especie. Me gusta, porque, como te digo, vengo de Voltaire y Ernesto Sábato, del amor a la intimidad, el surrealismo de los pequeños detalles y el adiós al las armas. También, Philip K. Dick, al que Ursula Le Guin, le negó sus encantos, sumergiéndole la conciencia en unas fabulosas noches de intrigas psicodélicas en Canadá. ¡Mmm! Agradezco a Dios no ser artista, principalmente porque me disgustan los subgéneros... Louis-Ferdinad Celíne agregaría: “Toda virtud tiene su literatura inmunda”. Yo, humildemente, sólo digo: ¡Nada es tan bello como lo que no sirve!

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