martes, 11 de mayo de 2010

CALIFORNIA "RASCALS" I

CALIFORNIA “RASCALS” I
Tributo al tiempo en el Cenáculo de los viernes

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Mi primer amigo de verdad, un amigo de la calle”.
Henry Miller.
I
EL “LIBRO”
La verde y desgastada pelota tenía que pegar en el marco de bloques, nunca en el “triplay”, ese que resguardaba la puerta del cuarto del fondo, siempre a medio terminar, como toda mi casa, y cazar el rebote con la maestría de Brooks Robinson y realizar así una linda jugada imaginaria, digna de los Orioles de Baltimore…
En ese pasillo, la luz apenas si se ofrecía. Ahí jugaba béisbol con un palo de escoba y una pelota de tenis. Eran los tiempos en que me sentía feliz en la penumbra de la soledad y pasaba del “libro” al jugo y a estar de espaldas en el piso, en el recuadro de alfombra, con los “fanis” de Porky, Cahanoc, Kaliman, la Pequeña Lulú o Roy Rogers, bajo la mesita de centro de la sala, meditando sobre lo tristemente hermosa que era esta vida.
Luego, dicho estado de beatitud tendría su marcada reminiscencia y me la pasaría escribiendo silenciosamente poemas en el guante de béisbol, como Holden Caulfield, el protagonista de El Guardián entre el Centeno.
En aquel tiempo me gustaba permanecer en el ‘center fielder’ (jardín central), o tirado en las bancas del campo de la “Termoeléctrica” (que aun no se llamaba “Cepillo” Salgado, por falta de méritos, porque en ese tiempo los poseía Humberto Aceves), a una cuadra del California, viendo pasar las nubes o, con las manos dentro de los bolsillos, pensando algo sobre los ojos claros o los breves pechos de una alegre y simpática muchacha de la Secundaria 9.
Tenía once años, veía la serie de Kung Fu en la televisión en blanco y negro, también Combate, los Comandos de Garrison y el Show de la Pantera Rosa… Y de nuevo pasaba al “libro”.
El “libro” era una gruesa edición americana, infantil, con dibujos folk, instructiva, que yo iba llenado con fotos de periódicos y recortes de revistas beisboleras: Tenía ahí pegado con ‘engrudo’ el mágico braceo magnético de Carlton Fisk, metiendo la pelota al Fenway Park, validando el memorable jonrón que le dio a los Red Sox el triunfo en el sexto juego de la serie de 1975; la barrida de ‘torpedo’, auténtico barreno de cabeza, realizada por Pete Rose (quién no recuerda su corte de pelo), para luego estallar sus duras esquirlas de ‘safe’ en home; las álgidas payasadas de Mark ‘Big Bird’ Fidrych, melenudo ensortijado, como sus lanzamientos, valuarte integral de los Tigres de Detroit, que en esos momentos era filial de “Sesame Street”… Miles y miles de “click” sagrados, contundentes, viciosos, de las Grandes Ligas y de mi vida personal, aderezaban el “libro”, quizá de ahí, de esas turbias cenizas de la infancia, es de donde renacen mis pulsiones de Editor.
II
CENÁCULO DE LOS VIERNES
Émulos de Giovanni Boccaccio y de las idas a los “Globos”, de robar un cigarrillo a la mujer creyendo que le robamos el corazón (y fumarlo sabrosamente tendido en la cama, escuchando la diamantina musical de “Somewhere Over The Rainbow”, del “gigante gentil”, Israel Kamakawiwo’ole) y cantar, manteniendo un nutrido grupo de “faniquitas” descarriadas y disolutas, ahora la edad de la escritura nos encierra en un castillo de recuerdos. Nos retira de la peste y su fama social, arrastrándonos al Cenáculo de los Viernes -- en el Estudio de Fotografía “Todos Santos” o en algún restauran “excéntrico” de la ciudad --, donde rendimos tributo a un tiempo que, con creces, nos ha rebasado.
Ahí, bebiendo el néctar desintoxicante de la espuma en la dorada tarde de Ensenada, que, tomando por asalto las festividad del séptimo cielo nocturno, nos obsequia el vasto catálogo de experiencias para que la hilaridad se desate y la húmeda electricidad de la emoción, en su reiterante terapia de tragos, discurra y recupere lo sucedido…
Los oficiantes, por aras del destino, la genética azarosa de los fluidos familiares, el deseo de la verdad o el anhelo de la libertad, ejercen profesionalmente el periodismo, la música, la fotografía, la literatura (por más que quise jugar con los Yankees, no pude), la docencia … Y hay sobradas razones para que esto sea así.
Enrique Botello, Segunda base y dueño del “bat”; Raul Marín, Jardinero derecho (aunque sea zurdo), Juan “Güero” Peralta, “Bat Boy” y asuntos emergentes; Rael Salvador, parador en corto y filósofo ordinario, como en el Ping-Pong…
Recuerdo bien y con mucha claridad, ahora que escribo y mezclo esta perla de sombras y luces, cuando era manejador de los “Ángeles” del California, la alineación que nos llevó al “1er lugar” de Campeonato de Béisbol de la Liga Empresarial…
III
FRACC. CALIFORNIA
La fiesta de nuestras vidas empezó hace tiempo. Y, como decía, tiene su lugar de origen... Entre las calles México y Delante se abre el compás del Fraccionamiento California, un cúmulo de casas sembradas en medio del llano, que en su desmedida extensión nos parecía eterno. Había oasis de arboledas esporádicas y vagos a caballo, que el Firulais (medio chueco, el pobre) y el Gitano perseguían como Sherif’s peludos, ritmotrotantes (el neologismo es mío) y con la brava dentadura ya desenfundada de la babeante lujuria del hocico...
Nombrar al Fraccionamiento California nos lleva de inmediato a pensar en la avenida “C”, donde el Kirro (José Sandez Bañaga) encabeza, por mérito propio y sobrada astucia, este raro cortejo de celebridades: Don “Cácaro” (de los abarrotes La Argentina), el “Sapo”, el “Tuna”, el “Chilero”, la “Mari”, el “Chiflis” (El Tiburón Negro), el “Lalo”, el “Monki”, el “Caballo”, la “Rosa”, el “Colorado”, la “Zorri”, el “Birote”, el “”Catuti”, el “Ojitos”, los “Rigos” (el ‘cosquilloso’ de la “D” y mi tío), la “Helena y la Marisol”, el “Chasién”, la “Familia Caníbal”, el “Gallinazo”, el “Huitlacoche”, el “Chollón”, los “Cuates” (de la Paz), el “Burro Cardín”, el “Damiano”, “Silvia”, el “Caméclin”, el “Yuyo”, el “Indio”, el “Botas”, el “Ramón”, la “Meli” (nuestra Reina del Carnaval), la “Chichina”, el “Nacho”, el “Kino” y muchísimos otros que jugaron un inmejorable papel secundario en el estelar infantil de nuestras vidas...
La existencia es así, nos pone donde un vórtice cósmico infiltra a la realidad con las más extrañas criaturas del Universo, no siempre exentas de ternura o admiración, pero tampoco de modesta sabiduría o refinada crueldad (Continuará).

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