domingo, 28 de febrero de 2010

EDUCANDO A MI LECTOR I

EDUCANDO A MI LECTOR I
Ninguna pendejada es digna de respeto

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Voltaire.
Preocupados por entender, los lectores se empeñan en escribir.
Vamos de avanzada: ahora se les permite.
Dirán, no sin justicia, que es un logro del libre ejercicio de la expresión ciudadana.
Que no sólo tienen derecho a hacer pública su opinión sino a redactarla, en la triste mayoría de lo recibido, como Dios les da a entender.
¿De cuando acá, la funcionalidad del analfabetismo se nos ha vuelto respetable?
Por un lado: noticias sin sustento, reportajes aderezados con la proeza de lo insulso, columnas airadas por la complacencia religiosa, material teñido de verosimilitud que, desde su propio medio de emisión, se venden coma la verdad “apropiada”.
Por otro: la superficialidad genuina de la información casera, la incontrolable bazofia de tener una respuesta, la miopía de intereses al rescate, ya trátese del partidismo electoral o de la inversión política al logro de la concesión… Desde la franca brutalidad de lo “light” (ligero) al entuerto de lo “hard” (pesado), se intensifica lo infame tendencioso.
Pero ninguna pendejada es digna de respeto (ni siquiera las mías).
Lo único respetable, como lo ha dejado claro François Marie Arouet, Voltaire, es el derecho de cada quien a expresarse.
En el teatro del mundo, en el reducido escenario de los sentidos, ese noble imperio que provee y sujeta a nuestras emociones, la acción -- nuestro empuje y su escritura existencial -- juega todavía en el lodo tiránico del comportamiento domesticado: lo absurdo correcto, lo político adecuado, lo sexual admitido, lo económico obsceno, lo espiritual castrado, lo traumático educacional, lo familiar estúpido...
La ideología es un molde donde el territorio vivo del mundo no encuentra acomodo. De ahí que forcemos la realidad con los infinitos lenguajes; de ahí la justificación atroz de la idea, la teoría inválida del fundamento, el metalenguaje, la geometría epiléptica del caos, la gramática pervertida de la disolución y el acomodo, la formulación arbitraria, el desorden, la confusión de Babel...
La diferencia entre el estudio de las ideas y las palabras es que lo real es evolutivo y el lenguaje mutante.
La lectura, fuera de la “gramática de la fantasía”, debe servir para abandonar el “cadáver político y religioso” que perfuma de inconciencia e inconsistencia la movilización ciudadana.
Por favor, ya no me manden versículos para redimirme, me hacen sentir que verdaderamente me voy a ir al Infierno.

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