martes, 2 de febrero de 2010

ASUNTO: LA MUERTE

ASUNTO: LA MUERTE
"No hay sino un problema filosófico realmente serio..."

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“¿Qué lleva un poeta en la mochila?”.
J.C. Mestre.

-- ¿Te cortaste el pelo? --, ante la evidencia me preguntan los ociosos.
-- Sí, ya no me interesa tanto -- contesto --. He de reconocer que fue por mucho tiempo un enfrentamiento no resuelto, muy elegante por cierto, pero a mis 47 encontré ya un mejor modo de manifestarlo. Ahora lo que me ocupa es el asunto de la Muerte.
-- ¿La muerte? No me asustes, te prefiero despeinado…
Es verdad, cuando uno está más vivo que nunca -- reconociendo que se está vivo un segundo antes de morir --, debe tener el coraje de enfrentarse, cara a cara, con la sentencia del escritor francés Albert Camus: “No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se le viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.
Testimonio andante, demuestro que hasta el día de hoy el suicidio no me ha interesado. La garra de su seducción no nació para que yo la aprovechara.
Considero que, en todas sus facetas, la vida vale la pena ser vivida. Incluso, respetando la decisión de la eutanasia, porque -- en más casos de los que imaginamos -- la muerte también se vive como una salvación.
Por muchísimo tiempo, no fui conciente de que la gente “se muere”. De que, en el momento menos pensado y por absurdas circunstancias, ya no estarán -- ni estaremos -- más por aquí.
A los 20 años, semanas después de la repentina muerte de mi madre (tenía 38 y sufrió un derrame cerebral), pasaba los días leyendo repetida y melancólicamente mi joven orfandad en L’Estranger: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”.
Ahora que observo a los imperios “inmortales” derrumbarse en el lodo de sus gloria, a los pro-hombres que, por diversas motivos estúpidos, se exterminan entre sí; guerras de sangré inútil, donde ni los niños ni lo inocentes se salvan; eventos de naturaleza infernal, el "cáncer" de la enfermedad aunada a la miseria procurada, la imprudencia automovilística casándose con la desgracia, impidiendo los ciclos existenciales del bien vivir y del bien morir.
No me he curado del todo de la sensación de pérdida. Pero si tengo suerte, ya en mi lecho final balbucearé lo siguiente: “Lo único que llevo a la muerte es lo que en la vida ofrecí”.
¿Un pasadizo de estrellas para el rey del otoño? ¿Un verso en la boca para revivir una paloma? ¿Un tintero para el himno de la desobediencia? ¿Lindas deudas pendientes?
¿Qué diablos puede llevar un poeta en la mochila?
No somos seres humanos tratando de tener una experiencia espiritual, somos un ser espiritual teniendo una experiencia humana.

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