lunes, 1 de febrero de 2010

LAPISLÁZULI

LAPISLÁZULI
Como un ángel ebrio quise decir...

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Aquí se oye el viento, se oye el mar”.
José Hierro.
Néctar de la Conciencia. El caro azul del renacimiento, sólo comparable con el oro, se reservaba especialmente para los mantos sagrados de la Virgen. La exótica mayonesa azul nunca faltó en la cocina cuántica de Leonardo, Miguel Ángel o Rafael.
Ensamblado en el ya delicioso plomo medieval, el azur continuó bailando -- de los siglos hacia los siglos -- en el turbio corazón de las catedrales.
Con un suave pulsar, el azul de Siberia brota de las minas de Asia. Narran los ilustradores del Iluminado, que fue en Sar-e-sang, el lugar de la Piedra Azul (lapislázuli, mezcla de latín y árabe), donde Buda alcanzó su propio cielo.
Así, Alejandro Magno interrogó con su desbordada grandeza al distintivo azul de Egipto, mientras Marco Polo navegaba Oriente por las cálidas olas de esa piedra de perfume delicado.
Alguien dijo: “La fantasía, la depresión (bluw, en el inglés del XVIII) y Dios, todos están como el azul, en la parte más misteriosa de nuestra conciencia”.
En realidad, no lo sé… Lo experimento.
Hace algún tiempo, en mis paseos nocturnos por las sobrias galerías del puerto, observé un cuadro “rayado” de la Colección de Arena de un artista ensenadense, que era una exquisita estridencia sagrada; sobre todo, porque el azul es el color de la pornografía, pigmento con el cual se pintaban las paredes de los burdeles chinos, bellos lugares donde con las famélicas uñas inseminadas las putitas virtuosas trazaban su delicados mapas pasionales.
En Navidad intenté hablar de lo maravilloso que me resulta su fulgor, ya que en la reunión en la que me encontraba alguien saboreó la palabra “lapislázuli” con tal delectación que se me puso la sangre azul, principesca, aterciopelada de un oleaje de surtidores...
Como un ángel ebrio quise decir que ese color es una criatura anecdótica, una hija del placer moviéndose en la radiactividad del agua, en la líquida mente musical de las cosas.
Si la palabra amor es el vocablo más bello de la lengua castellana, libertad, paz, vida, azahar, esperanza, mamá, amistad, libélula y lapislázuli han sido las más acariciadas, las que mejor se saborean en los cansados labios del alma.

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