lunes, 22 de febrero de 2010

ANNA POLITKÓVSKAYA

ANNA POLITKÓVSKAYA
El asesinato de una periodista

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“En una noche así, dar vueltas y agitarse es mucho más agradable que estar de pie sobre un pedestal”.
Iosif Brodsky.
I
MUERTE INMORTAL
La rabia de los lobos del Kremlin seguían un rastro de pureza. Lo que publicabas les impedía borrar sus huellas de sangre. Hartos y famélicos, porque las palabras de verdad denuncian a las palabras de mentira, planearon la noche de tu muerte. Todos los detalles fueron cuidados y el tiro que exploto en tu corazón terminó por firmar tu inmortalidad.
II
LA RUSIA DE PUTIN
De tu valiente libro, La Rusia de Putin, leía indignado “Nord-Ost, el último relato de destrucción”, hojas límpidas donde tu pluma siempre certera ofrecía interrogantes y pedía cuentas de la gaseada estúpida en el teatro tomado por el Comando Chechenio:
¿Por qué la policía dejó pasar a un Comando de 50 “terroristas”, armados de toneladas de armas, municiones y explosivos, hasta el centro de Moscú?
¿Por qué todos los “terroristas” inmovilizados, que no ofrecieron resistencia y que podrían haber proporcionado información valiosa resultaron muertos a tiros como si se tratara de una ejecución?
¿Por qué los “terroristas” no activaron sus bombas “lapa” (pegadas al cuerpo), aunque el gas tardó diez minutos en hacer efecto?
¿Por qué diablos se utilizó un gas para el que no se disponía de ningún antídoto, lo cual produjo la muerte innecesaria de 137 rehenes, pues existía disponibilidad para su liberación?
¿Por qué “National Geographic”, con una audiencia entrenada para recibir la “verdad”, ofrece ese melodrama evasivo sobre la toma del Teatro Dubrovka?
Sostenía tu libro en mis manos, la noche estaba abierta y, de repente, se escuchó una detonación tras otra y las flores del jardín del mundo se inclinaros de dolor para recibir tu cuerpo ya sin vida.
Entonces seguí leyendo hasta llegar aquí, a las palabras -- las tuyas y las mías y las de todos --, un lugar donde nunca estarás muerta.
III
VIDA DE PERIODISTA
Ama de las letras y mujer que hace sus compras en el Mercado, ahora la policía rusa intenta recomponer los últimos minutos de tu vida y así, con las latas rodando por el suelo y los apios hablándole a la luna, obtener pistas que puedan ayudar a localizar al clan de asesinos.
Desde luego, el autor de los disparos no actuó solo, sino que tuvo como cómplice por lo menos a una mujer, pero lo que no sabemos es si ésta era su amante o sólo su secretaria “con derechos”, o sólo una colaboradora más del régimen de Putin, agente del Servicio Federal de Seguridad o de la Inteligencia Militar.
Esa noche habías ido a comprar a una tienda de la cadena Ramstor, y precisamente las cámaras de vigilancia de ese supermercado, ubicado en la calle de Frúnzenskaya en Moscú, grabaron la imagen de tu asesino que después filmarían también las cámaras puestas a la entrada del edificio de la calle de Lesnáya, lugar donde tenías tu vida de periodista…
IV
LOS EJECUTANTES
Se dice que se trata de “un hombre joven, de 1,80 metros de estatura y de complexión delgada”. Su vestimenta era oscura y llevaba una gorra en la cabeza. En cuanto a la mujer, es de estatura mediana, tiene alrededor de 30 años y en la tienda, comprando jabón para la ropa y ensalada fría, vigilaba cada uno de tus pasos. Por eso, la policía ha llegado a la conclusión de que “se trata de una cómplice del asesino”.
V
REGRESO A CASA
Llegaste a tu casa, ubicada en el número 8/12 de la calle de Lesnáya, cerca de la estación ferroviaria de Bielorrusia, el sábado a las cuatro y cinco de la tarde. Dejaste el auto Lada, color plateado, a pocos metros de la entrada al edificio, agarraste los dos paquetes de comestibles que habías puesto en el asiento delantero y subiste a tu apartamento. Dejaste los paquetes en la mesa de la cocina y entonces bajaste por las bolsas con verduras y productos de limpieza y de higiene personal que habías depositado en el asiento trasero del automóvil…
No lograste salir del ascensor.
La coartada había entrado en acción y el asesino te esperaba en la entrada del piso de abajo.
VI
TIROS EN EL ELEVADOR
En cuando se abrieron las puertas del elevador, tres tiros a quemarropa explotaron en tu cuerpo.
Los médicos forenses consideran que tu muerte fue “prácticamente” instantánea: las dos primeras balas te dieron en el pecho y en el corazón, y la tercera, cuando tu cuerpo se caía ya abatido, te alcanzó el hombro.
Pero el asesino hizo un cuarto disparo: “directamente a la cabeza de la periodista ya sin vida”, comentó el forense.
Sí, la marca de los profesionales: disparan lo que llaman un tiro de control -- “que no de gracia”, comentan los entendidos -- para asegurarse de que efectivamente han matado a la persona que les han encargado.
Antes de abandonar el lugar de los hechos, el ejecutante deja, como suelen hacer los asesinos a sueldo, el arma en el lugar del crimen.
VII
LA CONCIENCIA DE RUSIA
Esa noche nadie vio o escuchó nada en el edificio de la calle de Lesnáya: la pistola utilizada para tu crimen tenía silenciador.
Mientras tu pluma derramaba su tinta en la soledad del ascensor, una vecina tuya se llevó la sorpresa de su vida, cuando dentro se encontró con el cuerpo ensangrentado de Anna Politkóvskaya, periodista y analista rusa, corresponsal especial del periódico Novaya Gazeta, autora de los libros “Terror en Chechenia”, “Una guerra sucia”, “La Rusia de Putin” y “La deshonra rusa”.
Anna, la prensa internacional ha dado cuenta de tu impresionante labor periodística, incluida tu implicación como mediadora en el Teatro Dubrovka. Eras una reportera de amplia trayectoria e intachable reputación ética, y por ello seguirás siendo conocida como la “Conciencia moral de Rusia”.

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