viernes, 22 de enero de 2010

PLANTAR UN LÁPIZ

PLANTAR UN LÁPIZ
Cada cierto tiempo, un escritor…

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Abrirás la ventana por última vez y
mirando toda tu vida, con calma, te reirás”.
K. G. Kariotakis

Cada cierto tiempo un escritor planta un lápiz.
Llega a la opresión pasiva del cuarto, cuelga la gabardina y se sirve un trago, mira sus libros bajo la lumbre menguante del atardecer y decide plantar el lápiz…
“Querida, rotas así las alas, arde la soledad. Desde adentro miro hacia fuera y fluye la vida y regresa. Las olas traen rosas, se mueven a nuestro alrededor y el agua es tibia. Las risas doradas adornan tu cabellera y flotamos, con un suave agradecimiento, en la luz reluciente. Cae la tarde y, vacíos de voces, la hoguera nos estremece. Entonces los espíritus se buscan y se toman de las manos. La luminosidad de la primera palabra es nuestra primera estrella...”
Escribir es hacer una brecha, hundir largamente un trazo…
Es dejar la huella propia en la tierra, en la arena quemada del tiempo, en la piel de amor o en la madera del mesabanco.
Cada cierto tiempo un escritor planta un lápiz.
Si el lápiz florece, el mundo se llena de hojas, de flores con alas, de mariposas…
Y, en el idioma de la desesperación del sueño, se anota con sangre en la palidez de la página virgen: “De cualquier nube, de cualquier racimo de perezas, de cualquier piedra, de cualquier cereza roja el hombre podrá sacar siempre lo necesario para habitar la tierra por el lado luminoso de la piel...”
Brillan las páginas de la vida a la sombra del recuerdo.
Volvemos a ser ángeles indómitos, niños.
Y en ese paraíso no necesitamos escribir poesía: ¡Somos la poesía!
Los columpios de luciérnagas y espigas se elevan a la luna y, como las vacas apocalípticas de la dicha o los perros enfermos de la barriga, mascamos las sabrosuras frescas del pasto, el mar verde que tanto nos gusta.

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