viernes, 22 de enero de 2010

MAESTRO DE FILOSOFÍA

MAESTRO DE FILOSOFÍA
El libro en la mano, subrayado hasta la saciedad

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“La amistad sólo existe entre gente digna”.
Séneca.

Baila el viento un vals con la hojarasca.
Ahora que los árboles de nuevo cobran vida, recuerdo a mi viejo maestro de filosofía enseñándome a leer el movimiento de las mareas en la copa de los árboles.
Estábamos en una banca y, como un amanecer en Roma, era todo dorado alrededor de parque.
-- De tu memoria extrae los mares y encuentra ahí el reiterante eco horizontal de sus orillas.
Entonces yo cerraba los ojos e imaginaba su grandeza, el fulgor gris y la espuma en un insaciable debate… Y, al abrirlos -- con el pelo revuelto --, miraba con fijeza la hermoso danza de los árboles: el parpadeo de su llama verde y oro.
-- Ese flujo y reflujo también está en la historia de tu corazón -- decía.
Con el libro de Lucio Anneo Séneca abierto ante sí, un ejemplar subrayado hasta la saciedad, me instaba a mezclar la palabra Roma más allá de lo inimaginable, como cuando era un chiquillo y hacía lo mismo con mi hermana, pero con la palabra Amor.
-- ¿Roma? Bueno: Amor, Omar, mora, ramo, armo, orma, oram, arom, amro, maor, moar, aorm, roam, raom, maro, maor, omra, rmoa, rmao, aorm, oarm, aomr, oamr, mroa, mrao… ¡Listo!
--Te faltan siete -- me señalaba, sacudiendo amablemente la mano, pidiéndome no continuar más en mi ardua y testaruda cavilación combinatoria.
Era un hombre salido de una ágora helenística, más que de los desprestigiados atrios de la Universidad moderna, que condenaba.
Con la voluntad intempestiva de un estoico, en él la sabiduría llegó a ser un arte.
Nada escapó a su delicada arenga: la muerte y la vida, el placer y el amor, el sufrimiento y el consuelo, el poder y la clemencia, el tiempo y la eternidad…
“Así como la vertiginosa aguas del torrente no vuelven atrás -- me señalaba en su prudencia --, ni se detienen jamás, porque las que vienen atrás incitan a las que van delante, como en la verdadera Política, así también la cadena de acontecimientos observa la rotación perpetua del destino, cuya primera ley es mantenerse fiel a sus decretos”.
Ahora, en este temporal de Ensenada y bajo el amparo de recordarle, observo nuevamente… la cima de los árboles.

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