domingo, 24 de enero de 2010

LA TRAGEDIA INÚTIL

LA TRAGEDIA INÚTIL
Nos olvidamos de Haití, Maneadero y San Quintín

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“A la humanidad le beneficia más la búsqueda
de la verdad que la creencia de poseerla”.
Rob Riemen.


No es que el mundo vaya mal y yo me queje.
La realidad es una maravillosa porquería, ahí está la muestra del niño haitiano rescatado ocho día después del terremoto, que alzando sus bracitos al sol bendice la gloria de estar vivo.
¿Necesitamos esas lecciones de sobrevivencia? ¿Tenía que suceder el desastre de la miseria para ver a Haití en el mapa? ¿De qué forma comprendemos la tragedia para luego olvidarnos de ella, así como no tuvimos ya memoria para acordarnos de la vulnerabilidad de Maneadero, San Vicente y San Quintín?
La respuesta es sencilla: Domesticados para ver sólo nuestros propios y avariciosos intereses, que el planeta siga “girando y girando” hasta su colapso final.
Mientras “yo” esté bien, con mi carro de modelo reciente (que me ofrece seguridad ante el “miedo” de quedarme), con mis jueguitos electrónicos de chips y plasma (que me dan entretenimiento ante la pesadilla indomable del aburrimiento familiar), con mi nueva inversión financiera (que me obsequia solvencia inmediata, aunque se la arrebate a otros), con mi llorada estilización quirúrgica (que me regala estabilidad psicológica ante la competencia de la vanidad).
Las reciente lluvias torrenciales siguieron sus ancestral cause natural y, por falta de prevención, inversión oportuna y limpieza, ahora Baja California enmendará sus descuidos con más de 200 millones de pesos.
¿Y de dónde sale ese dinero? De los impuestos, que para eso se “imponen”, para tolerar las irresponsabilidades de funcionarios públicos, incapaces de “funcionar” sino es ante la alegría del “autobono”, las “compensaciones” salariales y su más que mediocre imagen política.
Así el hambre de los que menos tienen, de los que aquí también se las arreglan con un “Dólar” al día, mirarán la maquinaria pesada moverse, mientras les rechinan la tripas y piensen en la “violencia” abonada, instintiva manera de cobrarse la invisibilidad “ciudadana”, es decir sus incumplidas demandas de Primera Necesidad: alimentarse, vestir, tener refugio y educarse (como recuerda Walter Benjamín: “el botín supremo de los amos no es la plusvalía, el botín supremo de los amos es la cultura”).
Los Marines, que ahora tienen el control de la isla siniestrada, deberían haber entrado de rodillas, pidiendo perdón, regresando lo que se robaron y reparando ex profeso los daños de sus acciones pasadas, que tanto contribuyeron al colapso y que documenta con mucha claridad la Historia, no solo la de latinoamericana.
Su único código válido debería ser el de la compasión y no el del abuso constante (Vietnam, Irak, Palestina, Operación Cóndor, Jamaica, Panamá, Nicaragua y un sanguinario y largo etcétera).
¿Qué hace EEUU detrás de su máscara de filantropía?
Jugosas negociaciones en materia de construcción -- el fabricante de abrigos necesita el invierno para poder vender --, mientras rapiña negociaciones a favor, siempre imponiendo a fuego y pólvora su concepto de “Democracia”, que poco o nada tiene que ver con el Humanismo, vocablo que denomina el concilio de lo secular y lo divino, de la razón y la mística, de la pobreza y la riqueza, de la gente y su deseo de estar bien.

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