viernes, 22 de enero de 2010

HAITÍ, EL INFIERNO

HAITÍ, EL INFIERNO
La incomodidad de saber nuestra participación

Rael Salvado
rael_art@hotmail.com

“Los grandes Imperios se marchitan
antes que los bosques tropicales”.
Sándor Marai.

Si no fuera por las imágenes que infiltró el diario El País y el reportaje que publicó El Vigía (difundido por AP, The Associated Press) el sábado pasado en su sección El Mundo, sería inimaginable hacerse una idea de las dimensiones de destrucción que causó el terremoto de Haití.
-- Ya te lo puse por E-mail, Botello -- apremia Jesús López Gorosave a Enrique.
-- ¿Han observado la indiferencia de los habitantes al pasar ante los moribundos? -- tercia Edgar Lima.
Reunidos en el Estudio de fotografía “Todos Santos”, reflexionando a profundidad, aportando argumentos sujetos a comprobación histórica -- cada uno desde la perspectiva profesional en la que se desenvuelve -- y sopesados por vergonzosas verdades humanas, entre las que destacan el obsceno estancamiento urbano y arquitectónico, legado de la Dictadura -- que permite su pulverización --, la apatía internacional -- refrendada en el asesinato de más de 60 mil personas, a las que le sumamos estos 250 mil muertos -- y la xenofobia étnica de la “ultraderecha” -- que hace bien en puntualizar el cónsul de Haití en Brasil, George Samuel Antoine, que estúpidamente asevera que lo sucedido “está siendo bueno” para su país porque gracias a él “somos más conocidos”, agregando que “todo lugar donde hay africanos está jodido” --, recuperamos así el mapa infernal que posibilita las consecuencias de la devastación inhumana, vinculado a un desastre “Natural” de las características del acontecido en la isla caribeña.
Hay que hablar de ello, recriminarnos y responsabilizarnos de la colaboración directa e indirecta que tenemos en ese tipo de eventos… Sí, no deseados, pero impulsados por el silencio y la permisibilidad de nuestras flojeras.
La incomodidad de saber que participamos en el desastre, implica carearnos y aceptar el orden “sobrenatural” de las cosas, esa especie de licenciosa dejadez que centra sus garras en el consumo, el entretenimiento y el espectáculo, mientras tipos como Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama (el más que insensato Premio Nobel de la Paz 2009), todos ellos innegables apologistas de la industria de la Guerra, que nos brindaron, brindan y seguirán brindando paisajes más que sangrientos en todas partes del mundo -- que no permiten a AP ni a ninguna otra agencia periodística destacar las crónicas ni las imágenes de sus carnicerías -- ahora nos ofrecen su emputecido “rostro solidario”, siendo ellos mismos los causantes.
En nuestra discusión coincidimos que, hasta este momento preliminar del infierno en Haití, el reportaje más fiel a la tragedia se encuentra puntualizado, tristemente a fuego alucinatorio, en cada uno de los renglones de “Esperan sobrevivir / Poca diferencia entre vivos y muertos”.

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