viernes, 30 de abril de 2010

VIDA DE LOS NIÑOS

VIDA DE LOS NIÑOS
Carta a una niña que me interroga cómo volar y otras bellas cosas que construí en mis sueños y no escribí en los libros

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Eres tan fuerte que puedes tomar una mariposa por las alas
sin dañarla”.

Adagio Chino.
Me preguntas muchas cosas, mi amor. No sé si podré contestarte todas.
Mira, que ni siquiera sé si lo haré correctamente.
Si satisfaga tu curiosidad inteligente con las bobadas literarias que te voy a decir…
Sabes, cuando tenía tu edad -- siempre con el sabor de mi pelo largo en los labios -- tomaba el alto puente del arco iris, cerraba los ojos, abría las alas (como dejándome abrazar por el bucle de viento) y me lanzaba a esa enormidad que es el cielo…
Arremolinado de espigas, viejos crucigramas y canicas de cristal, intentaba en mi vuelo meter la mano al río de las nubes o acariciar el tierno corazón de las estrellas y, mira qué cosa, terminaba como pájaro viendo el mundo, como Dios, desde arriba.
Sí, esas rutas de mago, esos saltos al vacío, fueron un regalo de intensa y fugaz belleza, los cuales me hicieron confiar menos del tiempo que se marea en los relojes y creer más en la naturaleza de la eternidad cósmica.
Sentado en la loma de la Cementera, esperando el paso de la Combaja (góndola que llevaba cemento al puerto), le decía al Firulais, el único perro que verdaderamente me ha dado la existencia: “Firus, si reunimos, si juntamos todos estos instantes en que saltamos, seguro habremos volado bastantes horas, ¿no?”.
--Guau. Guaau. Guuau.
-- Sí, lo sé, Firus… Pero en realidad no creo que al Creador le importe mucho. Anular, por unos momentos, lo que nos mantiene atados aquí abajo, eso lo realizo casi todas las noches.
“Cuando me cuestione por ello -- agregaba --, le diré que sólo estoy haciendo realidad mis sueños…”
Mi hermoso perro cojo, un vigoroso Pastor Alemán -- atropellado a los dos meses por un Nazi al volante --, sacaba la lengua y movía la cola, entonces yo lo agarraba de las orejas y le miraba de frente -- nunca he visto ojos más sinceros en este mundo, y eso que tuve mujeres que se desvanecían jurándome amor eterno -- y entonces le ladraba, musicalmente le ladraba: “!Me graduaré en esta vida como el Piloto de la Mosca, Firus! ¡Seré conocido en el universo como el Jinete de las Alondras, como el dorado Domador del Ángel!”.
Y ahí íbamos los dos corriendo y saltando, estúpidamente sudorosos, estúpidamente sedientos, estúpidamente felices, detrás de la Combaja…
Han pasado los años -- como una góndola de dicha fugaz -- y el oro espiritual del vuelo plantó piso en la pesadilla de transformarme en copia barata de un hombre adulto.
Para consolarme, siempre digo que soy el niño que nunca tuve.
Ese que sabe Geografía, el que aprendió Latín, el que conoce la Gramática de las Constelaciones, el que ama la Herbolaria del otoño, el que hizo del Libro una religión de vida y de la Poesía una manera de no morir…
Los diamantes que celebran la luz de Mozart, la luna que ilumina las partituras de Beethoven, la espuma encendida que atraviesa la memoria de Chopin… ¡Dios! El sol de la nieve que es Bach, en manos del loco de Glenn Gould.
Entonces dejo la lectura en turno, cierro los ojos y levanto la mirada de la mente al cielo… Siento el color naranja del sol, el calor de su armonía y, una vez más, reparto gajos de jugosa bendición, piedras galantes que en su vuelo se transforman en palomas.
El arco iris también es una palabra buena.
¿Cuando te paseas en el columpio de flores, piensas que deberías tener una piscina enfrente?
Déjame decirte que es mejor tener imaginación. Miles de Caballos cargados de libros y de flores, multitudes de pequeñas letras, vocales y consonantes, jugueteando cosquillas en la sílabas que enuncian la majestad de tu alma…
No, no siempre fui un vago, pasé mucho tiempo en bibliotecas y librerías, en esquinas, cines, muelles y parques, o sencillamente caminé por los alrededores, las playas o los cerros, oportunidad que me ofreció el laberinto de una infancia y juventud de delincuencia poética siempre abierta a la curiosidad y a la tentación.
Sí, desde luego, alguna vez estuve enamorado…
Me preguntas muchas cosas, amor. Y, la verdad, yo no sé si brindar con los recuerdos (en contra del olvido) o hilvanar el fulgor del brillo y regalarte la luz que besa mi collar de lágrimas.
Conocí para escribir, escribí para amar y por amor estuvimos juntos.
Sí, era como volar… ¡Aaaaaaaah! Mientras el cuerpo se eleva, la mente se expande en la hermosura altiva de la felicidad.
Ella… Ella ya se olvidó.
Mi vida es un mundo que amanece. Tengo la rosa de los vientos tatuada en el hombro y la memoria del naufrago (porque bebí el dulce licor de sal y ahora soy un marinero del universo con destino desconocido, cantando la alegría de vagar y el placer de morir errante).
La estrella de la noche señala mi camino. Nunca me detendré en quien nunca he pertenecido…
Amor, esto es sólo un esbozo difuso, una apunte primario, pasos desdibujados en la arena hacia el final del sendero de mi vida, algunas respuestas -- como prometí -- a tu Carta que me interroga cómo volar y otras bellas cosas que construí en los sueños y nunca escribí en mis libros.
¡Disfruta de tu día y, sobre todo -- como la Liebre de Marzo, en Alicia --, de los días que no son “tu día”!

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