jueves, 22 de abril de 2010

SIDDHARTHA

SIDDHARTHA
Acerca de leer libros en abril

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Mi deseo es huir. Huir hacia lo que conozco. Huir hacia lo mío”.
Fernando Pessoa.Hay palabras que “no sirven para explicar un sentido secreto”, sí, pero existen otras que en su cúmulo intacto nos obsequian la bendición del entendimiento universal.
Recuerdo, con delineada dulzura, la claridad no negociable de este fragmento: “La mayoría de los seres humanos son como las hojas que caen de los árboles, que vuelan y revolotean por el aire, vacilan y por último se precipitan al suelo. Otros casi son como estrellas, siguen su camino fijo, ningún viento los alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta”.
Una noche de encanto, enamorado de mi madre y recién acariciado por la bella promesa de la literatura, supe que este trozo de inmortalidad palpitaba en el corazón de Siddhartha, el libro de Hermann Hesse que relata la más hermosa historia jamás contada de Buda.
Sí, “vivimos sólo de nuestros pobres, bellos y magníficos sentimientos, y cada sentimiento que lastimamos, con el pretexto que sea, es una estrella más que apagamos” en la galaxia de nuestra existencia total.
Eso lo supe tarde y en un día lluvioso; aun así el olvido no fue capaz de bautizar con la oscura noche del vacío el hechizo de llevar en mi cabeza, siempre como un recurso de comprensión ante la adversidad latente y homicida, la más noble voz del príncipe Siddhartha.
Ahora que abro de nuevo las páginas de Hesse, me sorprendo al encontrar el poema “Libros”, transcrito en una cálida caligrafía una amorosa mañana de abril de 1978:
“Ninguno de los libros de este mundo / te aportará la felicidad, / pero secretamente te devuelven / a ti mismo.
“Allí está todo lo que necesitas, / sol y luna y estrellas, / pues la luz que reclamas / habita en tu interior.
“Ese saber que tú tanto buscaste / por bibliotecas, resplandece / desde todas las lágrimas, / puesto que es tuyo ahora”.
Dejo la hoja, observo por la ventana al viento que corre como una ardilla entre los álamos… Frente a mí, la realidad abre sus nubes de penumbra y el cielo baja su cabeza multicolor en una hermosa melodía de agua y cristales.

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