lunes, 15 de marzo de 2010

¿SOMOS MEJORES QUE LO QUE NOS HAN ENSEÑADO A SER?

¿SOMOS MEJORES QUE LO QUE NOS HAN ENSEÑADO A SER?

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“De pequeño me enseñaron a ser mayor, de mayor quiero aprender a ser pequeño”.
Enrique Bunbury.¡Desde luego!
Sólo que hay que desechar la “uniformidad” impuesta y tener ojos para ver en el otro la plenitud para aprehenderla.
Y uno, como Profesor, está obligado, desde el dominio desenfadado de la plenitud, a servir de modelo.
Nacidos para movernos, la esclerosis social nos instala el sedentarismo del mesabanco y lo acentúa con el escritorio en el aula, estrado unidireccional y barrera contra todo tipo de diálogo y camaradería.
Fuera de todos los pretextos, instalemos el color de nuestros pasos, el bailable y la danza de un cuerpo que se embellece en la libertad del movimiento, que utiliza su calor como atmósfera y su abrazo como cobijo.
Sí, que en ese trajín la querencia se nos vuelva pronunciamiento consolador, sístole y diástole, flujo y reflujo del corazón de la vida…
El descanso en acción a toda la inmovilidad de que estamos hechos.
Regalémonos la Poesía como aliada, como una sabia locura bondadosa, pletórica de afectividad y mágicos excesos, que nos brinde el impulso al vuelo en nuestra elocución silenciosa, para que la palabra -- dicha, declamada o escrita -- no sea una ocultación de aquello de lo que en verdad somos.
Con un CD o un pájaro despeinado recreemos el canto, litúrgico o procaz, pero armonioso y rítmico, que desde el púlpito de las propuestas Clásicas -- Mozart y Beethoven, pero también Serrat, Piero y Bunbury --, en una danza de sonidos o en un revuelo de voz, que nos ofrece las guirnaldas de un alfabeto más común a la musicalidad gloriosa y su íntima sensibilidad transformadora.
Abordemos ¡ya! el pincel refractivo, el de la duplicidad del alma en la cartulina o la hoja en blanco o en la tierra; el de la complicidad técnica del misterio en la pared; el de la realidad que se nos enmarca como una creación; el del reflejo absoluto de nuestra pulsación de arco iris que, en su sustancial mezcla de tintas y trazos, encuentra la inigualable emotividad en las múltiples categorías de nuestro garabato liberador.
¡Desde luego!
¡Somos mejor que lo que nos han enseñado a ser!

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