jueves, 18 de marzo de 2010

OLIVIA

OLIVIA
La historia natural de un amor

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Los recuerdos nacen como los niños, por un acto de amor”.
Luis C. y AragónCon sonrisa serena y largo pelo castaño, mi madre llama para que cenemos juntos. Un adiamantado crujir de cubiertos aromatiza con sonidos el silencio en la cocina. Son las nueve y es de noche, en la televisión pasan la serie americana Combate. Vic Morrow no es cruel, sólo moral: las imágenes en blanco y negro no sirven para mostrarnos las aleccionadoras carnicerías de guerra. La sangre negra del aparato transmisor no es la roja sangre que nos ofende la realidad.
Tengo once años y nada de hambre. Alguien escucha el juego de los Dodgers en el poste verde de la calle, y yo no puedo, después de la lectura de L‘étranger de Albert Camus, dejar de considerar la soledad de mi madre, muy al lado de su antigua maquina de coser y esa débil luz que asoma sus sombras por la ventana, como el bálsamo sagrado que toda pobreza debe tener.
Mi madre, salvajemente joven y envidiablemente bella, acepta las desgracias de la familia con la resignación que sólo una emperatriz puede tolerar, respaldada por el tesoro de su reino. Con la mucha ropa por coser, la majestad de la aguja y el hilo enhebrado se deja retratar por su Vermeer de ojos de miel y calificaciones pésimas.
Mi madre me llama para cenar, pero como observa que la veo dulcemente desde el umbral de la puerta de la cocina...
-- Amor, deja de mirarme como un pájaro -- dice, jalando una tela deportiva --. Ven a medirte la camiseta que te acabo de terminar.
-- Mamá, Alemania tiene como colores el blanco con líneas negras, y no el amarillo con vivos anaranjados -- reclamo con falsa indignación, como sólo un hijo que ama a su madre puede hacerlo.
--Ya lo sé, sólo quiero que no seas como los otros niños.
-- Mamá, ya te he dicho que no soy un niño. Soy tu hijo, pero eso no me hace ser un niño por el resto de mis días.
Me instalo la camiseta, mitad Holanda y mitad Brasil, y voy al espejo de la sala... La televisión se refleja y percibo cómo Caje, ese símil de soldado valiente, lanza una granada de mano y hace volar de su trinchera a dos extras pagados que hacen de descerebrados alemanes para que les salgan bien las cosas a los americanos en Europa.
--Mamá, ¿qué demonios es para ti la guerra?¬
--No lo sé, tal vez estar solos. Leer a Hermann Hesse (El lobo estepario), coser y las tristezas y alegrías que eso acarrea. Amor, yo soñaba a tu edad que sería profesora... Creo que por eso me dejé seducir por tu padre... Pero vente a cenar, y no me hagas más ese tipo de preguntas. Que por atenderte y tenerte bien, tu madre apenas si se da tiempo para los estudios y las costuras.
--Ya voy, má...
Mamá, la más linda de todas las mujeres, abandonada pero buena. Y yo, que no me pierdo Combate, la Pantera Rosa y los aniversarios televisados de Octavio Paz, me considero, a pesar de los émulos de Freud, su más enaltecida pareja.

1 comentario:

  1. Camus reflejò algo muy particular que no ollvidaremos: La tristeza inmutable de la madre naturaleza (la madre)
    Saludos cordiales. Buenos escritos.

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