domingo, 28 de marzo de 2010

MARÍA DE BETANIA

MARÍA DE BETANIA
Para las estrellas, negro lienzo su cabellera

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Vivimos un mundo desprovisto de moral: es otra razón que me ha impulsado a explorar el Evangelio”.
Alejandro Jodorowsky.Brillante es el suelo de Betania y, después de caminar sobre las aguas, Jesús sentía ahora la dulcedumbre caminar sobre la luz.
A esa altura, veían ya el humilde hogar de Marta, María y Lázaro, este último resucitado a la vida desde la fe… (por plegaria, fuente del corazón, que no precisa de palabras -- pues el Padre sabe lo que necesitamos --, y que en aquella ocasión, para entendimiento del pueblo, a Jesús le bastó agregar: “¡Lázaro, ven fuera!”).
Al llegar a su puerta, el alegre remolinar de perros y discípulos dio paso a la voz de Lázaro, que no sin reverencia dice: “¡Jesús, ven dentro!”
Agradecidas de la visita y el Milagro, que no del milagro de la visita, las mujeres ofrendan la cena al Compañero y sus discípulos (la palabra Compañero significa “el que comparte el pan”, en la mesa o en el camino, en la solidaridad y la desgracia).
Marta se encarga de servir los dátiles y el pan de oriente, mientras Lázaro presta oído, como todos los demás, a la tranquila elocuencia del Maestro.
Mientras tanto, María desenvuelve un bordado pañuelo de seda y de él toma un atado de hebras de nardo, del que emana el dorado aroma musical de una fragancia extraordinaria; con suave delicadeza de mujer se postra y, parsimoniosamente, unge los pies de Jesús… para luego enjugarlos con su oscura y bella cabellera, que a esa hora es negro lienzo para las estrellas.
A las llamas del hogar, todo parpadea y se purifica al dulce brillo del perfume y de la noche.
--¿Por qué no has vendido este perfume del cielo? -- reclama la sorna de Judas Iscariote -- Por su calidad, seguro habrías obtenido por lo menos trescientas monedas romanas de plata (denarios) y así tendrías en este momento algo que dar a los mendigos que aquí moran…
-- Dispénsala, Judas -- atajó la voz suave de Jesús --. El nardo permanecía en su pureza hasta tus palabras de codicia, pues María lo guardaba para el día de mi Sepultura. Mendigos y pobres de espíritu habrá siempre… Pero a Mí no siempre me tendrán.
María de Betania sintió arrobo por la mirada y certeza que comprendía del de Nazaret y, con el impulso de unos breves pasos, deseo refrescar su tez en el umbral de la estancia…
Desde ahí observó las antorchas de la muchedumbre judía. Los sumos sacerdotes ya habían decidido atentar contra el “Agitador” y “rematar” a Lázaro, porque muchos de los suyos -- por causa de él y su retorno de los muertos -- se les escapaban del seno de su religión y empezaban a creer en las enseñanzas y milagros de Jesús.

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