sábado, 31 de julio de 2010

EL VIAJE

En el vacío del Universo no hay silencio sino color

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Ese silencio llena de luz el acto mismo de la contemplación”.
John Berger.
En la pintura, el ojo participativo es una travesía.
Desborda límites; lumínico, expande procedencias. Y, tras el punto en destello -- como lo quería Wassily Kandinsky --, atraviesa el entramado de la idea.
Así, en la invención de la retina, la validación de los conceptos.
El apareamiento de la apariencia.
Sin pretensión final, afectos a la interpretación, los elementos constituyentes de la obra de arte maridan el encono visual a la herencia plástica -- la maleabilidad del sueño, con la expresión de la realidad --, para hacernos cómplices del goce o del quejido, jamás de la piadosa indiferencia.
En el transito de la pintura hacia el arte se construye la presencia.
Surge el ritual armónico, el caos acomodaticio y la magia de lo personal se establece en el cuadro.
Así, la invención de lo desconocido, la eficiencia de la sencillez, lo posible de la originalidad.
Por esa vía nómada discurre la radiante belleza hipnótica, la seductora contingencia del horror, la abstracción tentada por la forma asociativa…
Se deshoja, pétalo a pétalo, la razón…
Salta la incontinencia holográfica, la multiplicidad de la raíz cósmica quebranta en su estallido la paz de las pupilas y da nacimiento a la obra cómplice.
Entonces, en el vacío no hay silencio sino color, porque el color es la música que hace Dios para no apagar el Universo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario