viernes, 2 de julio de 2010

LA INVENCIÓN DEL OTRO

LA INVENCIÓN DEL OTRO
La técnica sensible del autor-retrato

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“La pintura está abierta al pincel, el pincel está abierto a la mano: la mano está abierta al corazón”.
Shitao.
Autorretrato de Francisco Toledo.
Ahí, en la noble naturaleza de cada rasgo, de cada pronunciación, de cada acomodo, de cada diseminada actitud de gestos, se podría decir que se encuentra el origen de nuestro reconocimiento.
El rostro, ese conservatorio de hallazgos, esa amañada amalgama de señas encontradas que, la más de las veces, nos particularizan, revela la invención o la aparición de nosotros mismos.
El artista, con la libertad de juicio y el dominio de la ejecución, colabora en la realización de su vivo retrato; despojándose del sentido de reproducción, toma distancia de sí mismo, se reencuentra, se hace a un lado y se aproxima más a lo que es o quiere ser y menos a lo que representa.
El autorretrato es el comienzo de un aspecto psíquico, de un alegato de emociones que nos proyectan. Emergemos y nos recibimos, ascendemos de la profundidad misteriosas de una idea o un sentimiento o un trauma y, como quien habla reiteradamente de lo visible y lo concreto, instalamos el enigma de lo que creemos ser o nos convencimos que éramos.
Así, exiliado de la vanidad arquetípica de occidente, el rostro es un fiel atajo al botín de los sentimientos, un sendero confiable a la realidad confirmativa del acto.
El autorretrato nos obsequia una gramática que, en su buen gusto, parpadea, sonríe y se violenta, que se queda circunspecta y se asombra del gesto de sí misma.
Nada más humano que saberse inhumano. La expresión de nuestro mundo particular se muda a cada pincelazo certero, a cada trazo atmosférico, a cada golpe de tinta y vehemencia, a cada calce de gloria; logrando así, para beneplácito del espectador, una satisfacción de alcances instintivos, una realidad aparte que lo compenetra y lo identifica, que lo hace suyo y vuelve la obra de arte en un espejo.

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