miércoles, 28 de julio de 2010

DIGNOS DE SOÑAR

Soy humilde, me conformo con lo que me ofrecen los semidioses de la escritura

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“No muere el ángel, sólo muere lo que en él hay de pájaro. Lo humano, el candor, la juventud, su belleza altísima, permanecen”.
Rafael Pérez Estrada. Hoy no me quebraré la cabeza decidiendo qué diablos voy a escribir.
Como quien aprisiona con sus sentidos la frescura de una playa al amanecer, tomaré un fragmento de las cosas más hermosas y sabias que he leído en estos días y se las ofreceré.
Son como rosas o sonrisas o abrazos que, de manera imprevista, se nos obsequian en la calle sólo por el hecho mismo de dar un poco de belleza y un poco de paz a nuestros espíritus ya cansados…
Resulta que, como una historia sin dueño, siempre ando en busca de un autor. De aquí para allá, de librería en librería, indago las novedades, visito bibliotecas ajenas, me sumerjo en la virtualidad literaria de Internet y, tras muchas correrías, a veces encuentro al que busco.
Sí, al que busco.
Soy humilde, me conformo con lo que me ofrecen los semidioses de la escritura y dejo a Dios retozar en la salvedad de sus múltiples religiones.
Así tropecé con este relato, breve pero inmejorable, un auténtico diamante ponderando los sueños que hacen brillar lo mejor del hombre en la tierra, sin ocultar sus sombras al cielo…
“Con los ojos cerrados daba la impresión de ser un muerto en su nave infinita, pero había algo en su faz que invitaba al diálogo: Qué haces -- me atrevía a preguntarle -- Y fue grande mi sorpresa cuando, con un tono afanoso, me dijo: Estoy construyendo un sueño: el Rey soñará conmigo, y quiero que me encuentre en un sueño digno de él. Y me gustó, debo reconocerlo, la lealtad de aquel soldado.
“Días más tarde lo hallé taciturno y pobre: ¿Has caído -- inquirí -- en desgracia con tu soberano? Oh, no -- respondió --, el Rey fue generoso, y ambos soñamos una espada de plata, un yelmo de cristal y un halcón silencioso. Después -- continuó -- el Rey soñó un país sin fronteras, y yo era parte de su sueño, su mano derecha, su cólera y su venganza. Mas el enemigo de mi Señor, aquel que espía sus noches y codicia sus despojos, conocedor de todo esto, soñó también conmigo, y torció mi fortuna. Hoy, el Rey exige validos insomnes y guerreros desvelados, y ahora mis visiones son parte del exilio, un desierto que empieza en la noche y no sabe de amaneceres”.
Se llama “La Guerra de los Sueños” (viene en libro El levitador y su vértigo, Editorial Calambur,1999), y su autor es el gran escritor español, el poeta solar Rafael Pérez Estrada.
Que tengan el mejor de los días, que sean dignos de soñar y, sobre todo, de ser soñados.

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