martes, 10 de agosto de 2010

TRATADO SOBRE LAS PIEDRAS

Y él lo llamó polvo de ángel en el dragón de la eternidad

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Yo he de amar una piedra”.
A. Lobo Antunes.
I
Cuando un hombre, por más que quiera, ya no avanza por el camino, se recomienda seguir las instrucciones del poeta libanés Sandir Alorma, que consiste en tomar una piedra y descansarla en la palma de la mano, pesar su temperatura suave, hacerla gravitar con la mirada, ponerle el nombre de una princesa y meterla en el bolsillo.
II
La piedra, más que detritus de las cosas duras, es el rocío metafísico del tiempo. El poeta japonés Hisaishi lo llamó polvo de ángel en el dragón de la eternidad. Comprendiendo lo anterior, tomó su laúd, se dejó embriagar por el licor de Sake y sentado sobre una roca compuso inolvidables versos al viento rosa del amanecer.
III
Un vagabundo, deseoso de reposar un poco su espíritu cansado, construyó una breve morada bajo una piedra a la faldas del principal cerro de Ensenada. No dudó en reconocer que la mejor vista la tenía frente al mar. Pero dado a su ambición, prefirió husmear entre las rocas empinadas en busca de diamantes.
IV
Harto de la crueldad estúpida de los hombres, Mahoma se detuvo ante el anunciado apedreamiento público de la bella Ebdali, quien, de un momento a otro, sería castigada por el delito de amar…
Para los que no lo saben, el milagro consistió en que las piedras, deteniendo su impulso agresivo -- ante la mirada atónica y criminal de los verdugos --, se convirtieron en un lento vuelo de rosas...
V
La hechicera, mirándome dulcemente a los ojos y apretándome la mano, me susurró: “Toma, Poeta. Echa estas piedras a tu bolsillo. Con ellas nunca te faltará una moneda para pagarte las cosas de la vida”.
Eso ocurrió hace quince años, en el mundo de los Gitanos.
La generosidad se había suscitado en agradecimiento por leer con ellos, en una larga noche de lluvia y bajo las inquietas luces de su carpa, a Federico García Lorca.

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