sábado, 21 de agosto de 2010

HAY EN MÍ SIEMPRE ALGO DE TI

Y, si pido el milagro de entenderlo, es sólo para bendecirnos

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“No se puede pensar lo que no es”.
Parménides.Hay en mí un hombre que agradece que la luz alimente de hermosuras el amanecer.
Hay en mí un hombre como tú, que también encuentra en un sencillo trago de café el legado de la realidad.
Hay en mí un hombre semejante, te digo, de similar altura, que mide lo que es y no es desde el corazón.
Hay en mí un hombre igual a ti, que no evalúa su cansada lucha como vana.
Hay en mi un hombre como tú, lo sé, que posee la alegría del viejo Whitman, caminando vigoroso por el parque mientras dialoga con los pájaros y las ardillas.
Hay en mí un hombre como tú, que en la penumbra su mano abre una página luminosa.
Hay en mí un hombre como tú, en el que resuena el eco de sus actos en todos los libros sagrados.
Hay en mí un hombre igual a ti, que hunde con placer la cabeza en las olas del pasado para emerger en el océano del presente.
Hay en mí un hombre como tú, que observa ya el tiempo en el rostro de los hechos y no en el desencanto de los espejos.
Hay en mí un hombre como tú, sombra extraña que estira sus dudas en el oro del atardecer.
Hay en mí un hombre como tú, que puede crear el infierno sólo porque olvida el Paraíso.
Hay en mí un hombre igual a ti, de paja, de lodo y de estrellas, hecho de la bendición de Dios, pero más de la necedad de no entenderlo.
Hay en mí un hombre igual a ti, diferente como la magia de la nieve, pero con el mismo sabor a vida.
Hay en mí siempre algo de ti, mientras consideremos que somos hermanos.
Hay en mí lo que tú buscas en ti, porque encontrarnos en esta encrucijada, quieras o no, confirma nuestra humanidad.
Y porque existe entre los dos la complicidad de la belleza y la poesía de la música, la llama del horror -- la que ilumina o la que ciega, tú decides la diferencia --, el honor, las palabras que ahora escribo y en el último beso de la mujer que nos amó...
La paz, el trigo, la humildad, el sol, el perdón y la sal.
Y si esto hay y nos tenemos, sólo pido el milagro de entenderlo.

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