lunes, 9 de agosto de 2010

LOS TRES NOMBRES DEL SIGNO

Las cosas no me someten y las comodidades
ya me incomodan

Rael Salvador
rael_art@hotmail.com

“Las olas, las llama, las preguntas, y las cenizas después”.
Gottfried Been.
Aspacia aprendiendo del sabio placer de Sócrates.

E
xcitado por el contacto desintoxicado de mis sentidos, el universo da vueltas a mi alrededor y yo canto ebrio como los antiguos griegos o los cholos de mi esquina, como los sonrientes budistas en la flor de las nieves o los contadores dubitativos en las mesetas pardas de sus escritorios...
Las cosas no me someten, las comodidades me incomodan, mi espíritu ya no saliva en los escaparates de la “posibilidad” ni en las piscinas religiosas del Comercio...
¡Hermosamente libre, como Diógenes de Sínope, me desnudo del disfraz de ciudadano, escupo en los envenenados plumajes del avaro, alecciono la admiración de Alejandro Magno, camino al lado del hijo de María y me importa poco “lo poco” que no me alcanza!
No soy Hemingway, no soy Céline, no soy Miller, no soy un “Literato”, no soy Dios, no soy el “Escritor” que creía ser, sólo soy el fluorescente residuo existencial del maravilloso desequilibrio que provoca la lectura, amante predilecta de la libertad.
Orientado hacia las islas del cosmos, las almas perdidas de los argonautas de la NASA me saludan inermes al lado de Lao Tsé, para que San Agustín me espere en alguna esquina del universo y Shakespeare estrene fulgurantes galaxias en las susceptibles alcobas de la noche y así la gramática planetaria de Platón me llame por la revelación de uno de mis tres nombres:
--¿David Jerusalén?
--¿Rael Salvador?
--¿Emmanuel Nora?
No lo sé. Antes fui Sócrates saboreándome la cicuta, el alegre de Milton en el Paraíso Perdido, Virgilio en la lívida voluntad del Tantra...
No lo sé. El signo en mí sigue siendo un síntoma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario